jueves, 30 de junio de 2016

Boyhood o como rodar una película durante 12 años

SINOPSIS: Historia dramática que recorre 12 años (2002-2013) de la vida de Mason (Ellar Coltrane) de los seis a los dieciocho. Durante este periodo, se producen todo tipo de cambios, mudanzas y controversias, relaciones que se tambalean, bodas, diferentes colegios, primeros amores, desilusiones y momentos maravillosos. Un viaje íntimo y basado en la euforia de la niñez, los sísmicos cambios de una familia moderna y el paso del tiempo.


Reparto: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater, Jordan Howard, Tamara Jolaine, Zoe Graham, Tyler Strother, Evie Thompson, Tess Allen, Megan Devine, Fernando Lara, Elijah Smith, Steven Chester Prince, Bonnie Cross, Libby Villari, Marco Perella, Jamie Howard, Andrew Villarreal, Shane Graham, Ryan Power
Director: Richard Linklater 
Año: 2014
Nota: 9

Las barreras que definen el cine de ficción y de no ficción cada vez son más laxas. Durante años, el cine de lo real ha ido experimentando con elementos típicos de historias pertenecientes a la ficción en busca de fórmulas que den dinamismo a las infinitas posibilidades que existen para narrar una historia. En lo que se refiere a la ficción, son múltiples los casos de films que buscan verosimilitud en su narración y para ello recurren a elementos propios de un cine documental, incidiendo en cuestiones de estética, retórica y formalismo, como son los recursos de la entrevista o el formato de grabación y subjetivismo de la misma, ampliamente recurrentes en los mockumentaries o el género de terror y sus found footages. Los intentos por dinamitar los códigos que separan lo real de la ficción siguen siendo materia de gran interés. La última película de Richard Linklater puede inscribirse dentro de esa misma conjunción, pero los matices que la diferencian hacen inapropiada su extrapolación. Sin duda, esta no es la primera aproximación que un director realiza para narrar una historia de ficción a lo largo de la evolución física y real en el tiempo de sus personajes. Un ejemplo parecido puede encontrarse en el film Everyday (2012), en el que Michael Winterbottom realiza el seguimiento, durante un periodo de cinco años, de una familia cuyo padre está en prisión. El paso del tiempo, evidenciado en los niños, acentúa la distancia y la separación familiar. El propio Linklater ya había trabajado sobre esta idea en su trilogía “Antes del amanecer/atardecer/anochecer”(1995-2013), entendida como un único bloque en el que la pareja interpretada por Ethan Hawke y Julie Delpy experimentan una transformación circunscrita a un tiempo real que corre en paralelo con la evolución ficticia de la relación de pareja. En esta misma línea, otro ejemplo mucho más popular, podemos encontrarlo en la saga de Harry Potter y el seguimiento cronológico de los pequeños aprendices de magos.



Boyhood es el recorrido de Mason (Ellar Coltrane), un niño de cinco años que vive con su madre (Patricia Arquette) y su hermana (Lorelei Linklater). El comienzo se sitúa en los primeros años de colegio tras la reciente separación de sus padres. Este hecho marcará de una manera determinante muchas de las circunstancias y experiencias vitales que irán dando forma a su personalidad. El fin del viaje está marcado por su decimoctavo cumpleaños, momento que supone su independencia, al abandonar el hogar materno para comenzar la universidad. Con toda seguridad, la película no hubiese conseguido el mismo efecto si la evolución hubiese sido interpretada por diferentes actores, puesto que la familiaridad que el espectador adquiere se incrementa de este modo. Pero por encima de este factor, se encuentra la sensación final de amplio conocimiento de los rasgos psicológicos, llenos de aristas, que definen la personalidad de Mason, así como los vínculos familiares y sociales que han marcado su devenir. La cinta ofrece la experiencia única de asistir, en poco menos de tres horas, a un fidedigno reflejo de la infancia y la adolescencia, como etapas llenas de grandes cambios —los mayores de toda una vida— en la que el aprendizaje y la ingenuidad marcarán los descubrimientos del proceso vital en el día a día.

Lo que llama más la atención de esta película es que destaca por su originalidad, ya que ha seguido y ha filmado la vida de un chaval desde su más tierna infancia (6 años) hasta el día de su graduación; es decir durante la nada despreciable cifra de 12 años. Esta idea recuerda a François Truffaut que inició con Los 400 golpes y su álter ego, Antoine Koinel, una saga cinematográfica de similares características.

El encargado de dar vida a este personaje ha sido Ellar Coltrane, mientras que todo esto no hubiera sido posible sin el talento del cineasta Richard Linklater, al que todos recordarán por la excelente trilogía: Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del Anochecer, que cuenta la historia de amor de Julie Delpy y Ethan Hawke en el trascurso de 20 años y dejando envejecer a los citados actores al igual que ocurre con esta historia.
Mason es un niño de corta edad al que veremos crecer hasta convertirse en un hombre de 18 años en una producción de treinta y nueve días de rodaje, pero filmado, como decíamos, en el transcurso de 12 años.


El reparto lo conforman un grupo de intérpretes que transmiten autenticidad, donde destacan por sus apariciones el protagonista, Ellar Coltrane, y la actriz, Patricia Arquette, en el papel de una madre que no tiene suerte en sus matrimonios, lo que genera no poca dificultades en la educación y en la estabilidad emocional de sus hijos. De todas formas, la historia es irregular porque las apariciones de Ethan Hawke, recordado por El club de los poetas muertos, levantan el largometraje a lo más alto, aunque cada vez que éste desaparece, la cinta cae en picado. Como dato curioso, la hija del director, lo que confirma nuestra teoría del enchufismo en el cine funciona, estuvo a punto de bajarse del proyecto a mitad de camino, pero su padre hizo todo lo posible para motivarla y la producción pudo sacarse adelante.
El largometraje presenta una virtud que se puede acabar convirtiendo en una carga porque refleja la vida misma con sus momentos de máxima felicidad y con los problemas que van surgiendo junto a la monotonía del día a día que el realizador deja patente, un detalle, que coincidirán conmigo, en que puede convertirse en una tarea difícil de sobrellevar, si no se guarda cierto equilibrio entre conseguir ese efecto y que el espectador no pierda el interés.
Por otra parte, Boyhood es un ejercicio de análisis del modo de vivir de la sociedad estadounidense, donde se entremezclan diferentes modos de pensar en política y religión, pero en la que siempre la señal de distinción parece ser el respeto. En esta cinta, observamos la evolución de una persona que, al principio, no es muy consciente de lo que le ocurre. Sin embargo, poco a poco, va madurando hasta ser partícipe de sus propias decisiones, haciéndose consciente de su individualidad. Finalmente, nos ha encantado la relación tan especial que se establece entre padre e hijo porque, a pesar de sus dificultades y sus incoherencias, los consejos no quedan en saco roto e intentan, al menos, formar a la persona y expresar el amor que sienten el uno por el otro, que no es poco. La ausencia de prejuicios de los americanos es otro punto a destacar, pues la Biblia parece un elemento importante en un episodio de la vida del protagonista.

Es “Boyhood” un gesto exhibicionista que se repite en cada acto con fuerza y agallas para enclavarse en el cine de básicas vivencias más o menos admirables; la incapacidad del ser humano para amar y ser amado lejos de lo que la nueva contemporaneidad nos marca. Una historia casi pesimista y cruel, que al final demuestra una acertada teoría muy bien verbalizada por Linklater. Una miniatura de tres horas de duración, en una combinación que asegura al espectador disfrutar del cine bien hecho.
Todo es sobresaliente en este trabajo, la producción: guión, realización, vestuario, música, fotografía, sonido, montaje. Son tantas las escenas que nos llegan que cuesta elegir alguna. Y qué decir de los actores, Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, y sus personajes bien desarrollados brillan como la feliz y amorosa familia que podían haber sido, están inmensos, con una ternura y expresividad dignas de todos los elogios… Lorelei Linklater, Jordan Howard,Tamara Jolaine, Zoe Graham, Tyler Strother, Evie Thompson, Tess Allen, Megan Devine, Fernando Lara, Elijah Smith, Steven Chester Prince y Bonnie Cross, entre otros, complementan con sus roles una historia que les queda bordada. Los actores niños resultan creíbles en sus papeles, y en cierto modo son los pilares donde se afianza la historia.
“Boyhood” funciona verdaderamente por la asociación indeleble entre la pareja, la niñez y la adolescencia, verdad que contrasta en muchos casos con la realidad que nos toca vivir.



Linklater demuestra ser un gran creador de personajes, incluidos los más secundarios, y también concibe escenas de intercambios dialécticos cuidadosamente concebidos, que los retratan muy bien. Tiene además el mérito de pintar con lo particular –personajes concretos– lo universal –una mirada al paisaje humano de la América actual–. Si nos fijamos en los padres y en su inmadurez, les vemos haciéndose más sabios con el paso del tiempo, aprendiendo de sus errores. Olivia es una madre entregada a sus hijos, que no tiene miedo a quedar como “la mala del película” exigiendo a sus hijos, para que hagan sus deberes o coman a sus horas; y busca un marido, figura paterna para sus hijos que esté habitualmente con ellos, aunque se equivoque. Mientras que Mason senior parece al principio un eterno Peter Pan incapaz de crecer, con buen rollito con los chicos a la hora de estar con ellos; sabe crear un clima de confianza para que hablen, aunque también cae en la cuenta que para lograrlo ha de trabajarlo, y él mismo abrirse a las preguntas a veces incómodas de Mason y Sam. Algunos de los mejores momentos que depara el film son las conversaciones del padre con sus hijos, singularmente con Mason.

El proceso de maduración de Mason es la espina dorsal del film, su razón de ser. Y hay una idea que con diversos matices, asoma a lo largo de la narración, que sería el sentido de la vida, la razón de la existencia. Para ello se acude a la idea de la magia, presente en los libros de Harry Potter, que devoran con ilusión, pero que en algún momento llevan al desengaño, “no hay elfos técnicamente”, explica el padre a Mason cuando éste le pregunta por el tema, tratando de hacerle ver que en cosas normales de la existencia, como pueden ser las ballenas, se descubre algo extraordinario, pero hay que saber verlo. En cualquier caso, se viene a decir, esa cotidianeidad sabe a poco.

Porque están las cosas normales de la vida, la curiosidad por el sexo, la atracción por las chicas, el instituto, prepararse para la universidad. Ejemplar escena en la cabaña de los chicos vacilones. Descubrir que te encanta la fotografía, y que se te da bien, y que puedes hacer arte, la pasión por la belleza. Maravilloso diálogo con un profesor que aconseja sabiamente. Está el desengaño, la decepción... El primer amor de Mason. El miedo a lo que va a ocurrir en el futuro, ejemplificado en la madre que ve como su último retoño va a abandonar el nido y que se pregunta, qué le queda, más allá de su seguro funeral.


LO MEJOR: La originalidad del proceso cinematográfico de esta película, rodada durante 12 años, plasmando pequeños momentos de la vida de esta familia y el cambio que ésta obtiene.

A continuación, os dejo con el tráiler de la película en español y el vídeo de la banda sonora de la película: Hero del grupo Family Of The Year.





Suite francesa


SINOPSIS: Año 1940, durante la ocupación alemana del ejército nazi en Francia. Lucile Angellier (Michelle Williams) es una joven que aguarda noticias de su marido, prisionero de guerra, mientras lleva una sofocante existencia junto a su controladora suegra (Kristin Scott Thomas) en un pequeño pueblo francés. Ambas viven ajenas a la realidad de la guerra hasta que un grupo de refugiados parisinos llega a la localidad huyendo de la ocupación, al que le sigue un regimiento de soldados alemanes que establecen sus residencias en los hogares de los habitantes del pueblo. En casa de los Angellier, Lucile intenta en un principio ignorar a Bruno (Matthias Schoenaerts), el elegante y refinado oficial alemán a quien se le ha encargado vivir con ellas.


Reparto: Michelle Williams, Matthias Schoenaerts, Kristin Scott Thomas, Sam Riley, Margot Robbie, Ruth Wilson, Alexandra Maria Lara, Tom Schilling, Eileen Atkins, Lambert Wilson
Director: Saul Dibb
Año: 2014
NOTA: 7

La película Suite Francesa (Saul Dibb) es la adaptación cinematográfica de la premiada novela de aquella judía, Irène Némirovsky, a la que le tocó vivir un tiempo que retrató desde el campo de concentración. La cinta no es, por esta razón, una historia de un romance al uso. Suite Francesa es la metáfora de unos años convulsos en el pueblo francés de Bussy donde mantener una relación secreta con el ‘enemigo’ carecía de cualquier romanticismo. Donde chocaban las convicciones morales, la valentía y la solidaridad, y los mismos vecinos se delataban los unos a los otros en busca de la salvación.
En la agradable sorpresa cinematográfica que es Suite Francesa, Dibb relata con excesivo buen gusto y sin sobresaltos el clima de tensión y de sospecha continua del pueblo de Bussy mediante una historia de amor clandestina entre una joven francesa (la muy acertada Michelle Williams) y un oficial nazi (Mathias Schoenaerts). Guiados por la idea de que el amor todo lo puede, pronto se dan cuenta de que las diferencias son, a veces, insalvables, y que la vida les ha situado en dos bandos enfrentados donde entran en juego los ideales, los valores, y la salvación de sus propias vidas.
Sin mostrar el horror de la guerra ni campos de concentración, Suite Francesa funciona porque el objetivo no es recrearse en la historia de amor, sino convertirla en una metáfora de vidas enjauladas, en un relato realista en el que no existen los cuentos de hadas y las tragedias personales son ejemplos de una convulsión global que afectó a millones de personas.

Rodada de la forma calculada y clásica que podía esperarse de los hermanos Weinstein, la coproducción de la BBC es irreprochable y milimétrica, cayendo en una cierta sensación de frialdad que frena a Suite Francesa de la potencia emocional que podría haber logrado. No obstante, aunque careciendo de la profundidad deseable, los aspectos sentimentales equilibran la balanza regalándonos una historia bonita, melancólica, en la que se muestra una vez más que la guerra -aunque no la veamos- también puede sacar lo mejor del ser humano.



Esas pequeñas grandes historias de la Historia a las que están tan acostumbrados, y que articulan con tanta exactitud como frialdad; esas producciones de aspecto impoluto, excelentes intérpretes y enorme interés dramático, donde una cierta superficialidad en el desarrollo provoca que los aspectos sentimentales y melodramáticos acaben ganando la partida a los más ambiguos, trascendentes y, por qué no, interesantes.

En efecto, el largometraje dirigido por SAUL DIBB (LA DUQUESA), no deja de ser un drama romántico en el que lo menos interesante es precisamente eso: la relación amorosa entre los dos protagonistas. Quizás porque capte más la atención la ocupación alemana, muy bien narrada en la cinta, o por la poca emoción con la que se trata el amor entre ambos. El guion, que corre a cargo del propio director junto a MATT CHARMAN nos presenta una voz en off de la protagonista, que a pesar de ser necesaria por el origen de la historia autobiográfica, da demasiada información al espectador al que, por momentos, puede llegar a aburrir.



Uno de los puntos fuertes de SUITE FRANCESA es sin duda su reparto, que construye personajes muy creíbles durante todo el largometraje. Muy bien MICHELLE WILLIAMS y MATTHIAS SCHOENAERTS, que a pesar de la frialdad con la que se narra su historia de amor, logran transmitir una complicidad  especial entre ellos. Inmejorable, por otro lado, la interpretación de la gran KRISTIN SCOTT THOMAS, que cada vez que aparece en pantalla logra transmitir casi la misma tensión que los bombardeos de los nazis, que ponen los pelos de punta en varias escenas de la película. Todo esto acompañado por la banda sonora de RAEL JONES, que estremece desde los títulos de crédito.

La cinta nos narra una parte de la historia de sobra conocida por todos que ha sido llevada a la gran pantalla en multitud de ocasiones y, sinceramente, con muchísimo mejor resultado final: la II Guerra Mundial. Además no lo hace de manera original ni sorprendente, dejando el conflicto bélico en un segundísimo plano para terminar cayendo en todo tipo de clichés sentimentales. El director  Saul Dibb apuesta por acentuar la parte romántica de la película “Suite francesa” (2015), centrando plenamente todo su conflicto en el amor imposible nacido entre Lucile (Michelle Williams) y Bruno (Matthias Schoenaerts). Dos mundos totalmente opuestos, o eso parece en un primer momento, destinados a odiarse pero que acabarán teniendo mucho más en común de lo que piensan. Vamos, la típica historia de amor imposible, que en esta ocasión está ambientada en la ocupación alemana de Francia pero que podría hacerlo en cualquier otra época sin variar su resultado final. Y es que el viaje de feromonas resultante -la protagonista da señales de necesitar urgentemente un hombre desde el primer minuto de metraje- es tal que el tema “nazis”, o guerra, pierde todo su peso o sentido, por lo que a su vez lo que podría ser una historia de amor apasionante y desgarradora entre dos personas enfrentadas por sus ideologías termina por convertirse en un drama romántico de sobremesa.

Por otro lado, durante el visionado de la cinta el espectador llegará a plantearse desorientado. ¿Quiénes son los franceses? Ni la actriz Michelle Williams, la enamoradiza protagonista, ni Kristin Scott Thomas, su amargada suegra, dan la sensación de saber ni de lejos donde está Francia. Ni se molestan en imitar el acento francés, ni en las escenas que tienen conjuntas lo hablan entre ellas, ni nada de nada. Me confundo ¿o la historia se centra en la invasión alemana de un pequeño pueblo francés? ¡Ah! que los franceses hablan todos inglés, y no sólo con los alemanes, si no a diario entre los vecinos.


Lo verdaderamente impactante de la cinta es la historia que se revela antes de los títulos de crédito finales. La historia de cómo la autora original de la novela “Suite francesa” (en francés, Suite française) escribió esta obra y de cómo llegó a publicarse. Algo que sin duda serviría como argumento de su propia película. Irène Némirovsky, hija de un banquero judío ucraniano, llegó siendo adolescente a Francia huyendo de la Revolución Rusa. Se estableció en París, donde se casó y tuvo dos hijas, donde se convirtió en una prolífera escritora con obras como ‘David Golder’ o ‘El baile’. Más tarde tuvo que volver a huir, esta vez de los nazis, por los que fue arrestada el 13 de julio de 1942 y llevada al campo de concentración de Auschwitz donde murió el 17 de agosto, a los 39 años. Durante ese tiempo previo a su detención, Némirovsky comenzó a escribir una serie de cinco novelas (sólo pudo terminar dos, ‘Tempête en juin’ y ‘Dolce’, y comenzar la tercera, ‘Captivité’) que retrataban la vida en la Francia ocupada por los alemanes. Fueron sus hijas, protegidas por una maestra, las que décadas más tarde encontrarían los manuscritos de su madre guardados en una maleta. La novela se publicó en 2004 y ganó el prestigioso Premio Renaudot, convirtiéndose así en la primera obra póstuma en conseguirlo.

Sin duda hay veces que la historia del cómo, por qué y cuando se escribió una obra supera con creces a la narrada en la propia novela. Sinceramente, la película “Suite francesa” (2015) pasaría desapercibida y olvidada a los pocos minutos de salir de la sala de cine de no ser por sus escalofriantes explicaciones finales, las cuales nos harán replantearnos la importancia de esta historia de amor en tiempos de guerra. Una mujer cautiva en Auschwitz escribiendo sobre el amor imposible surgido entre una francesa que vive en un territorio ocupado por el propio soldado del que se ha enamorado.

Lo mejor que tiene Suite francesa es el ver cómo responden los vecinos a la ocupación alemana. El 10 de junio la ciudad de París fue abandona y el grueso de su población se marchó. La acción de Suite francesa transcurre en Bussy una población cercana a París que asiste por un lado a ver la peregrinación de parisinos que huyen y por el otro a la llegada del ejército alemán. Ni uno ni otros son bien recibidos. A los primeros porque no hay recursos para todos y se tienen que dedicar al pillaje para huir de la pobreza y a los segundos por que son los enemigos. Pero aún siendo los enemigos hay quien mantiene cierta actitud complaciente. Es terrible ver la cantidad de anónimos que le llegan a un oficial nazi con la delación de vecinos. Se ponen de manifiesto las viejas rencillas, las envidias que se han sembrado durante años y que ahora aprovecha para sacar a la luz. Es la condición humana. «No me hagas a mi nada, que yo soy de los vuestros, vete a por el vecino que tiene escondidas las gallinas o que su mujer es una fresca». Se acentúan más las diferencias sociales. Y así, «la señora», madame Angellier, la dueña de varias fincas, madre de un soldado que está en el frente y suegra de Lucille Angellier, tendrá que sortear peligros para cobrar la renta, pero por supuesto, que no lo va a perdonar. Lucille tiene que soportar ese ambiente opresivo, con su suegra en la nuca. Al conocer al teniente de la Wehrmacht Bruno, sus dudas sobre su marido, soldado, al que apenas ha podido conocer, se acentuarán. Con apariencia de artista bajo el uniforme, el buen alemán, guapetón, galante y de gustos refinados, tendrá su lado oscuro. ¿Qué hacer ante la orden de un superior? La obediencia debida mostrará que un amante de la buena música, del mantel, del buen gusto también puede ser un nazi. Ejemplos hay muchos, pero tener uno junto a ti y que el corazón te haga tilín al verlo, hum. Todo el mundo ve mal que Lucille y Bruno se relacionen. A ella la ponen de vuelta y media, pero algunos vecinos no dudarán en acudir a ella para beneficiarse de esta relación intercediendo con los alemanes. El desencadenante del odio no vendrá de la mano de los principales protagonistas, sino de unos secundarios de lujo bien perfilados. La pareja aristocrática. Unos aristócratas que quieren mantener su estatus porque ellos no son como todos. Ellos están por encima del bien y del mal. Ellos son vizcondeses y negocian con los alemanes sus beneficios. La arpía de su mujer malmete a su marido (a la sazón alcalde) y va a revolucionar a todo el pueblo y a sus ocupantes. Hay una frase que resume todo esto. No me acuerdo qué protagonista la dice al principio de la cinta: «Si quieres saber de verdad cómo es la gente, cómo es cada persona, monta una guerra».


LO MEJOR: La perfecta ambientación de la película, que te envuelve en su historia, drama y tragedia vivida durante la Segunda Guerra Mundial.

A continuación, os dejo con el tráiler en español y una entrevista a algunos de los actores de la película subtitulada en español.






domingo, 19 de junio de 2016

Carol

Carol

SINOPSIS: Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre.


Reparto: Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson, Kyle Chandler, Jake Lacy, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, John Magard, Kevin Crowley, Gielreath, Ryan Wesley Gilreath, Trent Rowland, Jim Dougherty, Douglas Scott Sorenson, Nik Pajic.
Director: Todd Haynes
Año: 2015
Nota: 8

Patricia Highsmith, la gran escritora norteamericana maestra del desasosiego y del suspenso, escribió en 1952 la novela El precio de la sal bajo el pseudónimo de Claire Morgan. En la
conservadora sociedad norteamericana supo mantener oculta su identidad porque el tema de la novela, el amor lésbico entre dos mujeres, era un tabú en los años cincuenta. Un episodio real, autobiográfico, le sirvió como motivo argumental para estructurarla en una noche de invierno newyorquino. En contraposición con lo esperado, la novela termina con final feliz, ciertamente insólito en las novelas de la escritora, y ciertamente revolucionario incluso en los tiempos actuales. Sus dos protagonistas no tienen que saltar al vacio, esconderse en el armario o cortarse las venas. La novela tuvo, en su tiempo, un inusitado record de ventas. Sería pocos años antes de su muerte en un hospital suizo, que Patricia Highsmith revelaría su autoría. Probablemente un acto de libertad para si misma, ya que aun cuando su vida privada nunca la hizo pública, hoy se sabe que tuvo relaciones de amor con mujeres.

La película Carol de Todd Haynes, presentada por primera vez al público en el Festival Internacional de Cine de Cannes 2015. Mucho antes Alfred Hitchcock le compró los derechos de autor por la novela Extraños en un tren (1951). Además su novela El talentoso Sr. Ripley también fué adaptada al cine por primera vez por el director René Clemént bajo el nombre A Pleno sol (1960), protagonizada por Alain Delon (en el papel del psicopático, complejo y legendario personaje Tom Ripley) y años después en 1999 dirigida por Antony Mingella y protagonizada por Matt Damon (en el papel de Tom Ripley).

En la película Carol la historia de este amor prohibido se deja contar rapidamente pero el desarrollo dramatúrgico por ambas protagonistas es un deleite cinematográfico, porque todo es perfecto en esta película. El vestuario, los decorados, la música de Carter Burwell y la fotografía de Ed Lachman se aúnan para mostrar este amor tabuisado en un contexto socio-polítco maccarthista. En Carol la cámara fluye, incidiendo al principio en ciertos encuadres que homenajean al gran fotógrafo newyorquino Edward Hopper y al director alemán Douglas Sirk. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven de 19 años y diseñadora, que todavía no ha encontrado su camino en la vida, se enamora apasionadamente de Carol (Cate Blanchett) una mujer más madura y de clase alta. Después de algunos encuentros, se embarcan juntas en una travesía en carro de una semana. Pero Harge el marido (Kyle Chandler) de Carol envía a un investigador privado para reunir pruebas de la relación lesbiana de su esposa con su joven amante y así quitarle la patria potestad de la hija, bajo el argumento de su comportamiento amoral. Sutil, sensible y poco sentimental muestra Patricia Highsmith el estado de caos, en el que cae Therese, mientras toma conciencia de sus tendencias lesbianas y el precio que una mujer madura como Carol debe tomar por ser fiel a sus propios sentimientos y deseos.



En la película, el espectador empieza observando la acción desde el punto de vista de Therese y poco a poco varía hacia el de Carol, ya que Carol está construida desde la imaginación de Therese. Las fotografías que hace Therese de Carol actúan como espejo y guía para el rodaje. Son los elementos visuales los que van construyendo la relación entre ambas mujeres. El personaje de Carol es al inicio muy ambiguo, casi misterioso, pero progresivamente va cambiando en la medida en que la distancia se va acortando entre ellas y el deseo se va abriendo camino.

Una vez manifiesto su anhelo, el realizador decidirá cambiar el oficio del personaje de Therese con respecto a la novela original. De aspirante a dramaturga a fotógrafa. La intención de Highsmith se mantiene, eso sí, intacta. Sobre el papel la alegoría entre la joven que reinventa la realidad convirtiéndola en teatro para mostrar su manera de ver el mundo que la rodea funcionaba a la perfección. No menos que en cine la sublimación de la imagen a través de la observación de un retrato o fotografía con el que Therese se verá a sí misma a través de la imagen de Carol observándola a ella desde el papel revelado. Cuando la mujer le regala una cámara no sólo aporta el instrumento, sino que entrega a la joven un modelo humano sobre el que trabajar(se), observándose, probándose, entregándose y poseyéndose. La adecuación al medio como vehículo para el desarrollo de la historia y los personajes es, una vez más, uno de los puntos fuertes de Haynes.

Sin entrar a describir cada disciplina artística, es evidente tras el visionado que la idiosincrasia del filme no sería la que es sin la fotografía de Edward Lachman, la dirección artística de Jesse Rosenthal, el montaje de Affonso Gonçalves y el vestuario de Sandy Powell. Todos los elementos bajo la batuta de Haynes y favoreciendo el punto de vista que se quiere mostrar. Sin llegar a una primera persona explícita, será en gran medida (aunque no sólo) el de Therese. Sólo el primer plano de la película nos enfoca las rejas del respiradero de una estación de tren, similares al estampado a cuadros del vestuario que lucirán las protagonistas en distintos momentos y siempre cuando se sientan atrapadas. Los tonos lisos se usarán cuando, a pesar de sentirse solas estando rodeadas de gente (como dirán más de una vez) se muevan en un espacio de libertad y estén juntas. Las formas geométricas de los espacios y los lugares también dependerán del momento y de la compañía (ojo aquí a la secuencia final). Mención especial para la iluminación en la escena sexual. Hermosísima y clara durante el acto y la noche en ese mundo creado en la habitación y mortecina y sórdida para la mañana siguiente, cuando la realidad del motel se muestra tal y como es. A tener en cuenta, también, toda esa simbología construida alrededor de la maqueta de tren que Therese venderá a Carol y que parecerá una réplica exacta de los coches y casas donde se desarrollará su historia.


Pero eso no significa que los sentimientos calen verdaramente. Para empezar, de inclasificable en realidad Carol tiene más bien poco. Filme clásico en la forma y pretendidamente revolucionario en el fondo, el nuevo trabajo de Haynes encaja perfectamente en ese buen número de producciones Miramax, todas ellas solemnes y oscarizables, apadrinadas por el rey del cine indie de los noventa Harvey Weinstein. Puede que éste no viva sus mejores momentos tras el desmantelamiento de Miramax, pero sigue teniendo sus acólitos en la Academia, como lo demuestran filmes como el presente o La chica danesa (que no es suya pero podría; y que, como la propia Carol, finalmente no ha entrado en la competición de mejor película). Ambas representan el gran legado continuista del brillante jerifalte de estudios.

En lo que respecta a Haynes, éste compone aquí su tercer filme de época tras Lejos del cielo y la miniserie Mildred Pierce, todos ellos relatos de emancipación (de género, sexual, o ambas) en un entorno represivo. Pero se mostró más acertado en las anteriores que en la presente. En Carol, todos los personajes masculinos son individuos molestos o sin interés; la Navidad que sirve de comentario al consumismo construido en los 50 -pero, paradójicamente, sin subrayar excesivamente la diferencia social: eso no está en la agenda actual de Hollywood- resulta una metáfora tan gastada como la de un tren entrando en el túnel; la emancipación de las dos protagonistas y el romance prohibido recorre todos los tópicos del género, de la A a la Z, sin ningún requiebro que amenace las expectativas. Carol es una película con clase, relata la evolución de las dos mujeres de manera prístina y tiene momentos magistrales que aspiran a la eternidad, como la escena final de la que no comentaremos más detalles. Pero también otros ampulosos y pesados que indican que, sin la dirección de Haynes y las buenas interpretaciones (sí, Cate Blanchett está soberbia y ella misma parece -como asegura Therese- una mujer "caída del espacio"), Carol no sería tan distinta de uno de los romances escritos por Nicholas Sparks que asolan la cartelera tras la temporada de los Oscar... solo que con muchas más pretensiones.


El universo que describe Haynes nada tiene que ver con las imágenes pastel de una película de época. Tanto el trabajo de dirección de arte como, más importante, el de fotografía firmado por Edward Lanchman, están al servicio de la reconstrucción realista de un mundo mítico y a la vez sucio. La idea es capturar la temperatura precisa de la modernidad que irrumpe. Si en 'Lejos del cielo' el director reinventaba las reglas del 'melo' según Douglas Sirk, ahora, en un ejercicio aún más sofisticado, se trata de desnudar la narración de cualquier artefacto dramáticamente postizo. Sólo importa la descripción exacta de la emoción, de la pausa, del hallazgo cálido de la piel, de la fiebre.

El resultado es una película inmensa en su perfección; deslumbrante hasta el agotamiento. El trabajo de Blanchett es algo más que simplemente preciso. No hay rastro de la espectacular transformación en Bob Dylan que hiciera 'I'm not here'. Esta vez todo es más tenue y, al mismo tiempo, mucho más intenso. Todo va por dentro. En ningún momento, la actriz se adelanta ni se retrasa a la exigencia de un personaje que se debate entre la necesidad y el miedo; en el angustia y la esperanza; entre el amor y el amor.

LO MEJOR: El increíble trabajo interpretativo de Blanchett, cuyo personaje esconde el sorprendente deseo femenino bajo una sensual feminidad.


A continuación, os dejo con el tráiler de la película en español y una entrevista en inglés realizada a ambas actrices principales acerca su respectivo trabajo interpretativo para la película.







Into The Wild: basada en una historia real

Into The Wild/Hacia rutas salvajes

"Se sentía la presencia de una fuerza que no era amable con el hombre. Era un lugar de paganismo y ritos supersticiosos para ser habitado por hombres más parecidos a las rocas y los animales salvajes."

SINOPSIS: A principios de los años noventa, el joven e idealista Christopher McCandless (Emile Hirsch), adopta el nombre de Alexander Supertramp, deja sus posesiones y sus ahorros a la beneficencia y abandona el mundo civilizado con rumbo a la salvaje Alaska para entrar en contacto con la Naturaleza y descubrir el verdadero sentido de la vida. Adaptación del best-seller de Jon Krakauer, basado en las notas del diario de McCandless.


Reparto: Emile Hirsch, Marcia Gay Harden, William Hurt, Jena Malone, Brian Dierker, Vince Vaughn, Kristen Stewart, Catherine Keener, Hal Holbrook, Thure Lindhardt, Signe Egholm Olsen, Zach Galifianakis, Haley Ramm, R.D. Call.
Director: Sean Penn
Año: 2007
NOTA: 9.5

La cinta narra la historia del joven McCandless que, tras graduarse en la Universidad de Emory en Antropología e Historia, decidió dejar atrás un hogar roto y una sociedad vacía, materialista, corrupta y consumista para buscar una Verdad más auténtica en la soledad de la Naturaleza. Este mito romántico que sustituye a Dios por la Naturaleza tuvo su origen en el filósofo ilustrado Jean Jacques Rousseau y una brillante continuación en el Walden de Henry David Thoreau. Así lo explica el protagonista: "Más que amor, que dinero, que fe, que fama, que justícia, dadme la verdad."

Además de admirar a Thoreau, el joven McCandless siente veneración por Jack London, novelista de principios del s. XX  que convirtió a la Naturaleza salvaje en el único lugar donde todavía era posible una vida humana auténtica. La influencia de su novela The call of the wild (La llamada de lo salvaje, 1903) hace que la inhóspita Alaska se convierta para McCandless en el territorio mítico donde buscar la Verdad. Es a través de London como se siente la sombra de Nietzsche en las ideas del protagonista.


La historia de Cristopher nos ofrece un marco de reflexión que nos permite contemplar su peripecia desde distintas perspectivas y puntos de vista. Más allá del marco psicológico que, obviamente, tendrá su lugar, la historia nos ofrece otro marco de reflexión que se enmarca dentro del conflicto entre Civilización y Naturaleza y el alejamiento progresivo que para el ser humano implica la una de la otra. Antes de clasificar, como así se ha clasificado por muchos, la historia de Cristopher como una tontería sin sentido o una locura de un joven arrogante enfrascado en una loca y peligrosa aventura, de la misma manera que ha despertado la admiración por las motivaciones que parecía tener.  La exaltación del mundo de la Naturaleza por encima de la Civilización aparece en muchas ocasiones como una compensación de la locura que nuestro mundo civilizado también imprime al ser humano. Las reflexiones de filósofos como Rousseau o Thoreau, o escritores como Tolstoi o Jack London (frecuentados, con la excepción de Rousseau, por el joven Cristopher) ya se han desplazado por esta tensión existente con la que el hombre vive dicho conflicto. Que evidentemente el proyecto de vivir en la naturaleza salvaje de las tierras de Alaska tuvo las funciones de un "ritual iniciático" para Cristopher lo dejan claro sus propias palabras:

"Hace dos años que camina por el mundo. Sin teléfono, sin piscina, sin mascotas, sin cigarrillos. La máxima libertad, un extremista, un viajero esteta cuyo hogar es la carretera. Escapó de Atlanta, jamás regresará. La causa: "no hay nada como el oeste". Y ahora, después de vagar dos años por el mundo, emprende su mayor y última aventura. La batalla decisiva para destruir su falso yo interior y culminar victoriosamente su revolución espiritual. Diez días y diez noches subiendo a trenes de carga lo han llevado al magnífico e indómito Norte. Huye del veneno de la civilización y camina sólo por el monte para perderse en una tierra salvaje." (Alexander Supertramp, 1992)

Por otro lado, es evidente que la película, y aun más el libro de Krakauer, ponen de relieve las dificultades de la relación de Cristopher con sus padres. Sólo la relación con su hermana Carine era intensa, y a pesar de ello incluso con ella cortó todo tipo de comunicación durantes estos dos años y cuatro meses. Sin embargo, hay un hecho que se relata en el libro y que en la película no se cita y que afectó especialmente a Chris y que parece ser que fue determinante. Krakauer lo relata, además, poniendolo en relación al propio ejemplo con su propio padre, evidenciando así ciertos parecidos en los comportamientos de ambos. A través del contacto con diversos familiares Chris se enteró de una dolorosa historia envuelta en la relación de Walt con Billie y con la que fue su primera esposa, Marcia: 

"La separación entre Walt y su primera esposa, Marcia, no había sido facil. Mucho tiempo después de haberse enamorado de Billie y de que esta diera a luz a chris, Walt seguía viéndose con Marcia en secreto, dividiendo su tiempo entre dos casas y dos familias. Para mantener el engaño, contó mentiras que al final se descubrieron y dieron pie a nuevas mentiras para justificar las mentiras anteriores. Dos años después de que Chris naciera, Walt tuvo otro hijo con Marcia, Quin McCandless. Cuanbo la doble vida de Walt fue descubierta, la revelación hirió a todas las partes implicadas, que sufrieron terriblemente."


Christopher McCandless tenía una idea muy formada acerca de la sociedad de la época, del grupo familiar, y del entorno en que vivía su día a día. Es esta idea el motor que impulsó la decisión de McCandless, la que lo llevó a “largar todo” y salir en busca de la aventura.

“La sociedad. Ya sabes, la sociedad. Porque ¿sabes lo que no entiendo? No entiendo por qué la gente, por qué cada maldita persona es tan mala con su prójimo tan a menudo. No tiene sentido para mí. Juzgamiento. Control. Todo eso, el espectro entero“. Cuando a McCandless le preguntan a qué gente se está refiriendo, no duda un segundo en responder: “Ya sabes, los padres, los hipócritas, los políticos, los corruptos.”

A lo largo de la película, y a medida que Christopher avanza en su viaje, vamos descubriendo, gracias a los flashbacks, pequeños detalles en la vida de los McCandless, que de alguna manera nos ayudan a entender (no diría compartir) el rechazo y “odio” que el protagonista siente hacia sus padres, y por ende, a la sociedad que lo rodea. Engaños, violencia, ostentación, una mochila pesada para un joven que no está listo, y por sobre todas las cosas no quiere adaptarse a esa vida, rodeada de lujos, materialismo, necedad, hipocresía. En el camino que McCandless emprende hacia Alaska aparecen personajes peculiares, admirables, y por sobre todas las cosas, queribles (no voy a focalizarme en todos, solo en algunos). Christopher, a su manera, crea un vínculo con cada uno de ellos.
Rainey y Jan son dos de los personajes más fuertes de la historia. La pareja hippie que lo levanta en la carretera y con la que McCandless establece uno de los vínculos más fuertes y emotivos a lo largo del film. Con separaciones y reencuentros de por medio y con una Jan que ve en él a su hijo también “desparecido” en el camino, cuya pérdida aún no puede superar, podemos afirmar que Christopher McCandless descubre que dentro de esa sociedad asfixiante, hay un escape, hay aire fresco, hay seres humanos que valen la pena, que viven con poco, pero que dan sin esperar nada a cambio.

Las palabras que Christopher McCandless escribe luego de haber encontrado el famoso autobús nos dan una pauta de lo que este joven buscaba, sentía, anhelaba, deseaba. Pero ojo, no voy a caer en la necedad (¿o estupidez?) de defender cada una de sus frases; cada uno de sus ideales; cada uno de sus pensamientos, primero porque no comparto muchas cosas, segundo porque no escribo para defenderlo, ni para repudiarlo. El debate está abierto, siempre lo estuvo… ¿Valentía o estupidez? ¿Realidad o utopía? ¿Joven con principios o rebelde sin causa? ¿Conciencia de los riesgos o negligencia absoluta?. Las preguntas son muchas, las respuestas son pocas, las opiniones son infinitas.

Si analizamos el recorrido del personaje, llegamos a la conclusión de que, a fin de cuentas, McCandless logró madurar. Se produjo la curva de evolución del personaje de la que tanto me han hablado en clases de guión. La experiencia le ha servido para confirmar muchas cosas, para comprender muchas otras, para reflexionar acerca de todas.

"He vivido muchas cosas y creo que sé qué es necesario para ser feliz. Una vida tranquila y apartada en el campo con la posibilidad de ayudar a gente a la que es fácil hacer el bien y que no están acostumbrados a ello. Y trabaja, espero que de forma útil. Después descansar, la naturaleza, los libros, la música, el amor por el prójimo. Ésa es mi idea de felicidad. Además de todo eso, tú como compañera."


En definitiva, una película que no hay que perderse por nada del mundo, ya que siempre debemos tener la excusa de poder verla, al menos una vez en nuestra vida. ¿Porqué? Porque es una historia que nos responde a todas nuestras dudas y nos acerca a la verdadera felicidad.

LO MEJOR: Las alusiones filosóficas de Tolstoi, Nietzsche o Rousseau añadidas por Penn que nos hacen cuestionarnos la verdad y la mentira de la vida.

A continuación, os dejo con el tráiler en español de la película y un documental en inglés sobre Christopher McCandless, el hombre que inspiró el desarrollo del guión de esta obra maestra.