SINOPSIS: Teena Brandon siempre ha deseado ser un chico. Así que un día decide cortarse el pelo, ocultar sus pechos bajo un vendaje apretado, y cambiar el orden de su nombre, pasándose a llamar Brandon Teena.
Reparto: Hilary Swank, Chloë Sevigny, Peter Sarsgaard, Brendan Sexton III, Alicia Goranson, Alison Folland, Jeanetta Arnette, Rob Campbell, Matt McGrath, Cheyenne Rushing, Jerry Haynes.
Director: Kimberly Peirce
Año: 1999
NOTA: 9
LA HISTORIA REAL
El 31 de diciembre de 1993 se produjo un crimen atroz en Falls City, Nebraska. John Lotter y Marvin “Tom” Nisser asesinaron a tres personas: Brandon Teena, Lisa Lambert y Phillip DeVine. Lambert y DeVine tuvieron muy mala suerte por estar allí, ya que la razón del crimen fue una mezcla de rabia y celos tras averiguar que Brandon Teena había nacido como Teena Brandon. Brandon estaba comenzando una relación con Lana Tisdel, ex-novia de Lotter. El caso fue el centro de muchos artículos, un documental que recoge los 21 años de existencia del joven transexual y la película que nos ocupa: la dura y notable Boys don´t cry. Hoy 22 de octubre se cumple el 15º aniversario del estreno de la cinta, que tuvo su verdadero apogeo mediático con el merecidísimo Óscar que Hilary Swank ganó por dar vida a Brandon con una mezcla de compromiso, dulzura y verdad. Chloë Sevigny estuvo nominada como Mejor actriz de reparto por su sobresaliente trabajo como Lana Tisdel. El circuito internacional de premios de la película se compone mayoritariamente de menciones a estas dos grandes actrices, con un trabajo que potencia la identificación máxima del espectador mientras el proceso de seducción de Brandon sobre Lana se despliega en pantalla.
La importancia de la película es superior a sus méritos artísticos y ocasionales fallos, ya que películas como Boys don´t cry deben existir para cualquier espectador. Siempre que se hace una dramatización de un crimen en pantalla grande, por muy bien documentado que esté el caso, se corre un riesgo. Entran en juego licencias (la película omite la presencia y muerte de DeVine), voluntades de discurso y las cargas emocionales externas que cada uno puede tener frente a tal ejemplo de transfobia. Un ser ignorante castiga lo desconocido con la muerte, sin derecho pero con la facilidad de apretar un gatillo, casi de manera primitiva al no saber lidiar con lo que está sintiendo. La fuerza del debut como directora de Kimberly Peirce sobrepasa la pantalla y conmueve a la audiencia. 15 años después de su estreno, su efectividad no se ha visto reducida, y el fatalismo que la recorre convierte cada nuevo visionado en una experiencia difícil pero gratificante. Esto no es un telefilme de sobremesa, aunque lo pueda parecer. El compromiso de todos los implicados en hacer justicia a la traslación a imágenes de los hechos se ve con claridad en pantalla, desde la manera en que el guión de Peirce y Andy Bienen va filtrando la información sobre Brandon hasta la inquietante calma con la que Peter Sarsgaard convierte a John en un inestable peligro andante. Estamos ante una historia que a la vez es varias historias más, y es mérito de la directora y su equipo el lograr esto sin que nada parezca forzado o sujeto a la espectacularización que a veces viven los sucesos reales en su versión cinematográfica.
Lejos de cualquier atisbo de sensacionalismo, la peripecia arranca unas semanas antes de ese fatídico fin de año, con Brandon preparándose para salir a conquistar damiselas. Vive con su primo, que en agitados reproches nos pone rápido en antecedentes sobre quién es Brandon y los riesgos que corre. Ya se ha hablado del talento de la protagonista, pero la conocida capacidad de la actriz para transformarse merece ser destacada en esta composición. Con el pelo corto y una determinación de hierro, Swank no sólo crea un chico de lo más atractivo sino que transmite una ternura y vulnerabilidad claves para entender cómo, según cuentan los testimonios, Brandon no sólo ligaba mucho sino que dejaba estupendos recuerdos como novio y amante... hasta que se descubría su secreto. Una pelea de bar por el honor de Lisa, aquí llamada Candace, le llevará a hacer amistad con sus futuros asesinos. De la manera en la que Peirce lo cuenta, uno entiende la atracción de Brandon hacia Lotter y Nisser en su afán de integrarse y ser tratado como un chico más. Sin embargo, la posterior aparición de Lana convertirá la película en una hermosa y valiente historia romántica, condenada desde el principio a terminar mal. El contexto nos habla indirectamente de cómo son los personajes, especialmente con el contraste de un ambiente que es opresor para Lana, lo cual hace comprensible que quiera escapar y vea en Brandon la posibilidad, y cálido para John, que ha encontrado un hogar y no quiere que nadie se lo usurpe.
Una vez establecidas las piezas, la película patina un poco por la facilidad del espectador para adivinar lo que va aconteciendo a cada paso. Presa quizá, sin pretenderlo, de una serie de imágenes que se han ido convirtiendo en recurrentes estampas para mostrar ciertos temas a lo largo de los años, y cuyo influjo es tal y tan inconsciente que es difícil escapar de ellas. Así, la audiencia adivina sin esfuerzo el contenido emocional de una escena con ver cómo está planeada. Boys don´t cry cuenta con varias de estas estampas una vez los celos de John entren en la historia, sabiendo que solo es cuestión de tiempo antes de que alguien se entere de la crisis de identidad sexual de Brandon Teena. Consciente quizás del riesgo de que la película acabe siendo más rutinaria que memorable, la directora puntúa el metraje con algún que otro momento artístico de bella ejecución y eficiente resultado. El desdoblamiento de Brandon y Teena en el baño, en un momento máximo de humillación; o el inquietante plano donde Lana deviene diablillo que suspira al oído de Brandon, justo antes de dar el veredicto sobre el género del joven, son instantes que quieren decirnos que Pierce entiende la historia de Brandon como algo superior a lo concreto del caso, casi como una experiencia humanizadora.
Esto no quiere decir que la película mitifique al joven o tilde de épica su muerte. De hecho, dentro de las licencias ya nombradas, trata de recrear con fidelidad las circunstancias del asesinato según las múltiples fuentes testigo. Prueba de que no quiere revolcarse en la denuncia más facilona es la manera en que está retratada una de las figuras más polémicas del caso, el sheriff Charles Laux, que interrogó a Brandon tras haber sido violado y golpeado por Lotter y Nisser. El interrogatorio está reproducido en la película en base a la grabación en audio del mismo, y Laux apenas se ve en toda la escena, centrada en el dolor del chico al admitir los hechos. El núcleo emocional de Boys don´t cry, su parte más luminosa, es la historia de amor tan fugaz como intensa entre Brandon y Lana. Peirce rueda sus miradas, encuentros y acercamientos con mimo, sabiendo lo importante que es que la subtrama funcione para que el espectador se comprometa. El sexo es sensual y mágico, como ese primer encuentro donde la química Swank/Sevigny funciona a pleno rendimiento, y su lujuria seguirá siendo palpable hasta su último momento de intimidad, con toda la verdad expuesta.
La prueba de la eficacia de la cinta es que, aún sabiendo los hechos que relata y habiéndola vista varias veces, uno todavía se emociona y siente por los personajes. Queremos que Brandon se meta en el camión, que responda a la llamada del juez y que huya cuando tiene la oportunidad, pero eso no va a pasar. Hay un hálito de inevitabilidad e infortunio que vertebra toda la película. ¿Cuál es el legado de Boys don´t cry, 15 años después de su estreno? Es una película importante en la comunidad LGBT, y de las más duras. La revista Premiere la situó en el puesto 24 en su lista de los 25 filmes más peligrosos jamás hechos. Esta positiva calificación se extiende, según los criterios de la revista, a todo largometraje que no es entretenimiento ni diversión. Experiencias emocionantes que exponen directamente todo aquello que el entretenimiento palomitero promete que puedes evitar. Obras que hacen pensar, retan a replantearse las cosas ante conceptos como vida, amor o muerte. Amplían la conciencia, pero no de forma placentera. Y que Dios las bendiga. Boys don´t cry es así, una muestra de cine nada complaciente pero imperioso, que cumple la máxima de que el séptimo arte existe para hacer películas así.
UN FILME BASADO EN LA TRÁGICA HISTORIA
En Falls City conoce a una extraña "familia" de juerguistas y perdedores donde destacan el cabecilla, John Lotter (Peter Sarsgaard), y la joven Lana Tisdel (Chlöe Sevigny) de la que Brandon se enamora a simple vista. Decide quedarse con ellos por dos motivos, uno es el amor que siente por Lana y el otro es que entre ese grupo de gente puede ser él mismo, puede ser un chico, puede mostrarse tal y como es, puede ser feliz y mientras tanto los espectadores somos testigos de cómo se las ingenia para que su secreto no sea descubierto. Conforme avanza el film nos damos cuenta de que John no es todo lo agradable que podríamos esperar en un principio. Brandon por su parte comienza una historia de amor con Lana ya que a la chica le da exactamente igual lo que sea o no sea Brandon, ella lo quiere (destaca la escena en la que la chica le asegura que ella le querría aunque fuera medio mono) dando así lugar a una de esas pocas parejas que te llegan realmente al corazón sin tener que resultar ñoñas o sobreactuadas. Pero ocurre lo inevitable, el secreto de Brandon es descubierto y a John no le hace ni pizca de gracia dando lugar a unos de los momentos más dramáticos de la cinta (donde ya podemos afirmar claramente que estamos ante actuaciones de Oscar), John y su amigo Tom desnudan a la fuerza a Brandon delante de Lana para que esta (aunque lo sabe) vea lo que realmente es, y yo me quedo sin palabras, es una de esas escenas que no se te olvida, de las que se te quedan grabadas por su crudeza. Lana se tapa los ojos porque no quiere verlo pero es que el espectador hace lo mismo, no quieres verlo porque tu sabes quien es Brandon y, al igual que Lana, has aprendido a quererlo por lo que es. Puede que muchos digan que la escena que viene a continuación (la violación por parte de John y Tom) es mucho más dramática, para mí no. En el cine hemos visto muchas violaciones duras y dramáticas (me viene ahora a la mente la de "Los Hombres que no Amaban a las Mujeres") pero nunca una escena me había hecho sentirme tan triste, es que esa humillación es indescriptible. Todo esto por supuesto desemboca en el intento de huir juntos por parte de Brandon y Lana que acaba siendo truncado por un final que pone los pelos de punta, más aún sabiendo que la cinta está basada en una historia real.
Boys don't cry pone muchas cosas en juego. Y lo hace a través de un simple encuentro entre dos viejos amigos, dos de esos "hermanos" de la adolescencia que la vida terminó colocando en distintas rampas de salida para llevarlos por caminos muy diferentes. La primera impresión es que uno representa el éxito y el otro el fracaso. Juanjo es un político bien posicionado, rico, que vive en una casa con unas extraordinarias dotaciones tecnológicas y apabullantes medidas de seguridad. Walter, cuyo auténtico nombre es Paco, es un escritor a la deriva que viene a pedir ayuda a su viejo amigo, al que le mandó su última obra de teatro por si podía echarle un cable. El primero viste impecablemente con su traje oficial, que le queda como un guante. El segundo hace años que no renueva su fondo de armario. Juanjo trata de ser cordial, marcando claramente la distancia que quiere evitar, hipócritamente. Walter titubea, inseguro, sabiéndose fuera de juego en ese hábitat que no es el suyo. El poder, sutilmente, entra en juego. Juanjo invita a Walter a sentarse una y otra vez, pero no hay más silla que la suya. Walter se sobrepone echándole en cara a su amigo la triste realidad: que es un hipócrita mentiroso que no se ha leído la obra que le mandó. El forcejeo posterior, lleno de patetismo y puerilidad, les lleva al borde del abismo, al borde de una ventana y... no sé si debo contarlo, pero algo ocurre que suspende la atención del espectador, lo sume en una incógnita. Comienza el juego, un tanto perverso, de la autora, que pone en jaque nuestra comprensión lógica de las cosas. Luego irán encajando las piezas de nuevo, pero algo se ha roto y, coincidiendo con la entrada en escena de ella, Mariona, la mujer de Juanjo, también amiga de juventud de Walter, empiezan a caer las máscaras.
Y las máscaras empiezan a caer cuando da comienzo una bacanal de madurescencia en la que suenan los hits de juventud (Boys don't cry de The Cure el primero) y en la que las drogas de entonces se transforman en una droga mucho peor que tiene que ver con las medidas de seguridad que rodean la casa de Juanjo. Hay un patético juego de suicidios ficticios que los va poniendo a cada uno en su sitio, en un eterno retorno que le va quitando las capas a la historia, hasta que un nuevo e inesperado giro del texto, ya cercano el final, termina por apuntar directamente a la mente trastocada de Walter, de la que parece haber surgido todo en una suerte de trampa de la imaginación. Sí, todo esto que digo suena muy enrevesado, pero es que no me gustaría privar a los posibles espectadores de cada una de las sorpresas y descubrimientos que plantea la acción según avanza. Al fin y al cabo, la obra pone en juego la identidad de las personas, su realización personal, su relación con el poder, con el amor, con la amistad.
Al iniciar la película, solamente tres entidades saben que Brandon es mujer: la misma Teena, su primo y… los espectadores. El resto de los personajes ignora el hecho de que Brandon es mujer; todas las personas con las que se relaciona en la primera parte de la cinta lo aceptan como un joven encantador, más sencillo y sensible que el resto de los hombres de la localidad, pero que no rehuye las pruebas de hombría ni las borracheras machistas. Pero el espectador “sabe” desde el inicio la verdad y la cinta lo lleva a un doble juego mental. Al compartir desde el inicio el punto de vista de la narradora – directora, el cinéfilo puede tener una visión global y de conjunto de la problemática de Brandon. Así, puede ver los conflictos que ocurren en la conducta de Brandon entre la compulsión del deseo físico y emocional por la pareja y el miedo de que se descubra la realidad. También el cinéfilo puede ver “desde arriba” los patrones sociales y conductuales de la comunidad. Por ejemplo, la aceptación del “extraño, del Otro” que es Brandon si cumple con los ritos de iniciación machista que le imponen los ex-presidiarios John (Peter Sarsgaard) y Tom (Brendan Sexton III).
Este conocimiento inicial de quien es Brandon permite un distanciamiento del público para entender la situación, y luego sentir en forma más cercana y personal la violencia desatada contra Brandon. No se trata de una identificación del espectador con el personaje, sino la posibilidad de asomarse con profundidad a la esencia de este ser humano, semejante a todos nosotros, con la diferencia de su elección de conducta sexual en un medio social intolerante. Brandon, en el Medio Oeste norteamericano, vive la tediosa y monótona vida de cualquier adolescente, y la comparte con sus nuevos amigos: Tom, John, la mesera Candace y Lana (Chloë Sevigny) que será su “obscuro objeto de deseo”. Todos son carreras en coche, borracheras de cerveza, comida rápida, desintegración familiar, una pobreza disfrazada y la negación implícita del sueño americano. Al respecto, el retrato de Kimberly Peirce sobre la sociedad norteamericana es crudo por ser objetivo. Aburrimiento, falta de oportunidades… que hermanan este ambiente a otras cintas que han visitado esa zona social; un ejemplo es Fat City, del director John Huston.
En medio de esta “tierra baldía”, la Waste Land de T. S. Eliot, el mismo Brandon no puede escapar a su condición fisiológica de mujer, con las dificultades de la menstruación y el ocultamiento de este hecho. Pero Kimberly Peirce sólo observa la situación que se desprende de la condición objetiva de su personaje; no hace un juicio, no predica ni a favor ni en contra porque los hechos hablarán por sí mismos. Así pues, Brandon / Teena busca sus propias soluciones personales como resultado de su libre elección. Sin tapujos pero sin morbo, Peirce muestra con naturalidad a Brandon / Teena robando toallas femeninas en la tienda, su uso de penes artificiales para el sexo con la pareja o evitar la sospecha de su condición femenina ante los otros. Aun en este punto, sólo Brandon, su primo y los espectadores conocen el hecho real. Esto refuerza el hecho que el cinéfilo se aproxime más a la intimidad de Brandon, pero entendiendo, conociendo la vivencia del personaje.
En ese sentido, la forma narrativa y la puesta en escena cinematográficas de Pierce, al ser honestas, son más efectivas para hacer que el espectador se cuestione su propia actitud frente a los hechos narrados y tenga, sin imposiciones, que clarificar su pensamiento frente a lo que ocurre en pantalla. Y lo que sucede es una historia de amor. Teena / Brandon tiene la oportunidad de abandonar la ciudad y cambiar su destino por una vida más segura en otra ciudad cosmopolita. Pero la pasión, el deseo y la compulsión del amor la lleva a tratar de conquistar a Lana y sellar su destino. Lana no es indiferente a Brandon, encuentra en él una calidad de conducta que lo separa de los otros hombres, ex-convictos como John, que se considera su amante, protector y propietario. Pero entre estira y afloja, con juegos de seducción como cualquier pareja vive, Lana se entrega sexualmente a Brandon.
En una escena crucial, Lana se desnuda y deja que Brandon le haga el amor. De nuevo, sin morbo y con enfoque naturalista, Peirce narra este encuentro. De hecho, la sutileza domina la acción: Brandon satisface a Lana y finalmente la penetra. Enmedio del goce sexual, en una sola toma subjetiva de Lana intercortada en la secuencia amorosa, Lana ve los senos fajados de Brandon y sabe que es una mujer quien le hace el amor… y deja que corra la situación. Lana sabe (y el espectador también sabe que Lana sabe) que Brandon es mujer. Ahora son cuatro entidades quienes conocen la verdad de Brandon, porque Lana lo sabe y acepta el hecho. El sentimiento y la búsqueda de pareja están por encima de la condición de género de la persona que se ama. Esto incrementa la tensión para el espectador, que aún conserva la visión global de los acontecimientos y, por ende, puede analizar y conocer mejor los matices de la relación entre las dos mujeres: sus miradas, sus temores, sus encuentros fugaces. También así se puede entender la aceptación de Lana y el por qué prefiere a Brandon como amante, sin importarle el hecho de que sea otra mujer.
Peirce, en todo momento, lleva un control en la dirección admirable. Apoyada en las dos actrices, en un montaje vivaz que toma sus momentos de respiro en las escenas amorosas, la directora redondea un film seco, fuerte, que no escabulle los momentos díficiles sino que los enfrenta con honestidad y valentía. Los muchachos no lloran es una radiografía directa de la América profunda, de su intolerancia y vacio emocional. Esta “tierra baldía” la cruzan dos mujeres arriesgando la propia vida en un intento por equilibrar su compulsión, su deseo, su emocionalidad y, finalmente, la aceptación de lo que son y sienten. Tanto por sus valores cinematográficos como por la historia que narra y la forma en que lo hace, Los muchachos no lloran es ahora un punto de referencia ineludible en el cine que aborda la homosexualidad con congruencia en su discurso. Es en el tratamiento honesto de sus personajes, abordados como seres humanos con luces y sombras, y no como clichés homosexuales, donde radica su valor como documento fílmico. La riqueza de los personajes está cimentada en la condición humana que todos compartimos y no está determinada por el género en sí, sino por la problemática que se desprende de una elección de conducta sexual asumida libremente –por Teena- y aceptada libremente –por Lana-.
El espectador, que ha recorrido la historia de Teena Brandon viendo globalmente todos los puntos de vista, no puede quedar indiferente ante los hechos. Kimberly Peirce no juzga la historia que narra; deja esta responsabilidad de decidir a sus espectadores, que como seres humanos y responsables de su propia conducta sexual y social no quedan inermes ante lo que han visto.
LO MEJOR: la brillante interpretación de Hilary Swank, que le valió el Oscar a la mejor actriz en el año 2000.
A continuación, os dejo con el tráiler original de la película y un documental en inglés sobre Brandon Teena, el joven que inspiró el filme.
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