sábado, 2 de julio de 2016

El intercambio: el regreso del hijo desaparecido

The Changeling/El intercambio

SINOPSIS: Los Angeles,1928. Christine Collins (Angelina Jolie) es una madre soltera cuyo hijo desaparece sin dejar rastro. Algunos meses después, la policía le comunica que ha encontrado al niño, pero, nada más verlo, Christine se da cuenta de que no es su hijo. Sin embargo, está tan confundida que se lo lleva a casa, aunque exige que continúe la búsqueda de su verdadero hijo. Tachada de loca e incapacitada por la policía, por fin encuentra un aliado en el reverendo Briegleb (John Malkovich), que la ayudará en su lucha.


Reparto: Angelina Jolie, John Malkovich, Jeffrey Donovan, Colm Feore, Amy Ryan, Gattlin Griffith, Michael Kelly, Jason Butler Harner, Devon Conti, Pamela Dunlap, Riki Lindhome, Denis O'Hare, Geoff Pierson, Eddie Alderson
Director: Clint Eastwood
Año: 2008
Nota: 9

Angelina Jolie demuestra ser una gran actriz con este papel diferente a lo que ha hecho en otras ocasiones. Muestra todo tipo de emociones y, lo que es más importante, crea un personaje atractivo, fuerte y con gran carisma. La película está tan basada en la sra. Collins que apenas cuenta con escenas en las que no aparezca ella, por lo que una intérprete con menores capacidades, por muy guapa que fuese, no habría sido capaz de sostenerla.

Christine vive en un mundo de hombres en el que destaca por no comportarse como la habitual mujer desamparada y necesitada. Los demás personajes son masculinos casi en su totalidad y el resto de los actores encarnan sus papeles igual de correctamente. Malkovich se aleja de su clásico personaje malvado o perverso para darnos algo más comedido, aunque con su originalidad. Jeffrey Donovan, el comisario al cargo de la investigación, tiene también uno de los papeles de mayor peso y consigue hacer una buena interpretación porque, a pesar de estar claramente en el lado malo, en un principio engaña haciéndonos creer que es mejor persona y que podría ser capaz de cambiar de opinión si viese claramente que se estaba equivocando.


En ‘El intercambio’, la narración de los hechos se hace de una manera muy clara y directa. Todo lo mostrado tiene la capacidad de producir las emociones que se requieren en cada momento: indignación, empatía, satisfacción, alivio… Retrata también hechos descarnados que transmiten tristeza o irritación. A pesar de que tiene una larga duración, el film no se hace pesado porque siempre están ocurriendo nuevos acontecimientos que arrojan luz sobre la historia y que interesan. Cada uno de los giros que toma el guión lo hace aún más suculento. Por lo tanto, en todos los aspectos, se trata de una gran película, muy bien llevada y que consigue sus propósitos sin problemas.

Estamos ante una película que se presenta a sí misma como "una historia verdadera", entrando de lleno en el sistema de películas "basadas en hechos reales" y gozando, por supuesto, de las ventajas que supone ser parte de este género. ¿Es que acaso, cuando vemos una película que se declara como basada en algún hecho o personaje real, nuestra sensibilidad y expectativas no se agudizan?. Por una parte, impacta el pensar que "eso" le pudo pasar a alguien real, de carne y hueso, por otro lado, nos ponemos más exigentes y queremos ver verosimilitud en la puesta en escena, una correspondencia directa entre la película (el espacio y tiempo representado en la historia) y la realidad. Pero también, en el plano del contenido, los espectadores más idealistas aspiran a obtener la "verdad" o al menos un camino para alcanzarla, sobre todo cuando se trata de acontecimientos vinculados con la crónica roja.

La historia de Christine Collins tiene elementos suficientes para activar las emociones del espectador y complacer las expectativas de una audiencia que no puede mantenerse indiferente ante el drama de una madre soltera a quien le secuestran su hijo de nueve años.

Así, surge una tragedia que toma cuerpo y se expande gracias al contexto que le rodea. Una sociedad en decadencia, una ciudad hostil, un sistema policial viciado. Todos, elementos que no sólo cumplen con la función de obstaculizar la búsqueda de Christine, sino que también le brindan cierta densidad a la historia. El sustituto, plantea ir más allá del drama individual y muestra algunos trapos sucios de la sociedad moderna.

Image 2Y es esta intención manifiesta la que le motiva a destacar, en medio de lo anécdotico, los mecanismos represivos que utilizan ciertas instituciones sociales con el fin de mantener el bendito "orden social". Además del obvio cuestionamiento ético (ideológico) de instituciones como la policía y el sistema judicial, el filme dedica también su tiempo a la labor represiva de los psiquiátricos, instituciones que todas unidas controlan y aislan a cualquier elemento que no responda a las reglas del orden social dominante.

Es en medio de este panorama, agresivo-castrador, y curiosamente dominado por los varones, donde Christine en vez de ser reconocida como víctima es perseguida y castigada. Interesante que un filme como éste tenga espacio para subrayar como lo "femenino" ha sido vulgarmente definido dentro del entorno social. Cómo lo femenino suele identificarse a partir de esquemas que etiquetan y subvaloran la condición de ser mujer. Así, la manera como la policía (en tanto institución del Estado) tiene para hacer que Christine entre por el aro, es apelando a su "femenidad", a su condición de soltera, a su estados emocionales (por aquello de sensibilidad femenina vs racionalidad masculina, etc.), y muy especialmente a su condición de madre. Son muy buenas las escenas en que Christine intenta relacionarse con el niño "sustituto" y sobre todo cuando demuestra abiertamente su rechazo hacia él.


Clint Eastwood realizó esta película con una mujer como protagonista y con un tema escabroso. La historia real de Christine Collins (1891-1964) y su personal cruzada por recuperar a su hijo, que conmocionó a la ciudad de Los Ángeles en su época. Los enormes sótanos del Ayuntamiento de Los Ángeles albergan casi cien años de historia en sus archivos, entre los que se encuentran decenas de miles de páginas con los informes sobre Christine Collins y las sesiones del Consejo Municipal de Bienestar Social a finales de los años veinte del siglo pasado. Cuentan la historia de la desaparición de Walter, su hijo de 9 años, y las enrevesadas maquinaciones del Departamento de Policía de Los Ángeles durante y después de la más que deficiente investigación. El guionista J. Michael Straczynski, había trabajado para Los Angeles Times, The Herald Examiner y Time, entre otras publicaciones, y hace unos años descubrió la asombrosa historia de la mujer que detuvo la maquinaria política de la ciudad.

Lo que al principio era una historia interesante no tardó en convertirse en un relato absorbente para J. Michael Straczynski a medida que iba descubriendo más detalles. Dedicó un año a seguir el complicado itinerario que recorrió Christine Collins durante siete años para descubrir qué le había pasado a su hijo. Pero lo que descubrió en los polvorientos archivos era mucho más grave que la farsa ideada por el joven Arthur Hutchens. Había una historia paralela, la de Gordon Northcott, un hombre depravado que alternativamente reconocía y negaba haber matado a Walter, y la del terrible y violento poder que ejercían las autoridades de Los Ángeles en la época.
 J. Michael Straczynski dice: «Todo se basa en el deseo de Christine Collins por descubrir lo que pasó, en que nunca se rindió, pasase lo que pasase. Nunca abandonó su búsqueda. Su tenacidad le dio fuerzas para soportar cosas que habrían roto a cualquiera, pero ella nunca dejó de luchar. Quería rendirle un homenaje». Para hacer más veraz la historia, el guionista incluyó frases sacadas del testimonio de Christine y de otras personas.

LA HISTORIA REAL

Los crímenes de Wineville (fueron conocidos como asesinatos del gallinero de Wineville) son una serie de secuestros y asesinatos de niños que tuvieron lugar en Los Ángeles de 1928 a 1930. El caso expuso al gran público la corrupción en el Departamento de Policía de Los Ángeles y recibió atención nacional. En el año 1928, Los Ángeles estaba en manos de una infraestructura política despótica a cuya cabeza se encontraba el alcalde George E. Cryer, respaldado por el jefe de policía James E. “Dos pistolas” Davis (a menudo fotografiado adoptando una postura de matón con sus dos pistolas) y su grupo de policías pistoleros que aterrorizaban la ciudad. Frase del jefe de policía Davis que repite su personaje en el film: «Juzgaremos a los pistoleros en las calles de Los Ángeles. No me los traigan vivos, los quiero muertos. Cualquier agente que muestre la menor compasión merecerá una reprimenda». Es posible que la presión ejercida por el jefe de policía explique por qué intentaron resolver el caso Walter Collins cuanto antes, sin tener en cuenta que el chico que habían entregado a la madre no era el desaparecido.Pero el reinado del alcalde y del jefe empezó a hacer aguas cuando Christine Collins, denunció la desaparición del niño. Después de meses de búsqueda, la policía solo había obtenido una creciente publicidad negativa.
Cuando se encontró a un chico en DeKalb, Illinois, que decía ser Walter, Christine y todos los que participaban en la búsqueda contuvieron la respiración. Después de ver las fotos, las autoridades estaban convencidas de que el caso estaba resuelto. Christine reunió el dinero necesario para traer al niño y la policía de Los Ángeles organizó un auténtico montaje mediático para el reencuentro entre el niño y la desesperada madre. Estaban convencidos de que distraería la atención del público y alejaría la presión a la que empezaban a estar sometidos por su incapacidad para resolver este caso (y la mayoría de casos) y que además haría olvidar los numerosos escándalos de corrupción. Pero el problema fue que el niño en cuestión no era Walter.
A pesar de que Christine Collins declaró inmediatamente y en repetidas ocasiones que el niño no era su hijo, el agente encargado del caso, el capitán J.J. Jones, según lo que ella contó en la vista ante el Consejo Municipal, le dijo que “probara el niño un par semanas”. Confundida y desorientada, aceptó. Y el caso se cerró.


A las tres semanas, Christine Collins volvió con el niño diciendo que no era Walter por mucho que dijera la policía. El capitán Jones no estaba acostumbrado a que cuestionaran sus decisiones, y menos una mujer. Con la aprobación tácita de Davis, el jefe de policía, sometió a Christine a una campaña difamatoria y la hizo ingresar en el ala de psiquiátrica del hospital del condado para no reconocer su equivocación. Allí estuvo encerrada cinco horribles días bajo un «Código 12» reservado para personas difíciles, normalmente mujeres, a las que se ingresaba en el ala psiquiátrica sin orden judicial.
El niño que dijo ser Walter acabó reconociendo que tenía 12 años y que se llamaba Arthur Hutchens (también usaba el alias de Billy Fields), un chico del Oeste Medio que se había escapado de su casa y que quería llegar a Hollywood para conocer a Tom Mix, su actor favorito. Cuando oyó a alguien en un bar de carretera de Illinois decir que tenía un parecido asombroso con el chico Collins, se le ocurrió entregarse a las autoridades locales y hacerse pasar por Walter para que Christine le pagara el billete de autobús a Los Ángeles, le alojara y alimentara. Sólo después de que Hutchins admitiera la verdad, diez días más tarde, Christine fue puesta en libertad. Sin saberlo, su plan desencadenaría una serie de acontecimientos que cambiaría para siempre el comportamiento de la policía de Los Ángeles.
Un ministro presbiteriano llamado Gustav A. Briegleb ayudó a Christine Collins. Como una auténtica espina clavada en el costado del sistema, el activista alentaba a la gente a luchar contra la corrupción desde su programa de radio y sus sermones. Trabajó con Christine y su abogado para que el caso de Walter no se enterrara y para desvelar el tratamiento inhumano al que había sido sometida en el ala psiquiátrica.
El legendario letrado S.S. Hahn, se encargó del caso Collins y preparó el camino para la prohibición de los encarcelamientos realizados bajo el famoso «Código 12». Consiguieron que varios líderes políticos dimitieran y desenmascararon la corrupción que había invadido el departamento de policía.


Christine Collins, la mujer que inspiró la película.

En 1928, Sanford Clark, sobrino de 15 años de Gordon Northcott, llevó a la policía a la granja de pollos de su tío situada cerca de Wineville, California. Los agentes hicieron un horrible descubrimiento: los cadáveres de varios niños matados a hachazos y enterrados. Sanford Clark afirmó que uno de ellos era Walter, pero nunca se pudo demostrar. Los investigadores encontraron un hacha y restos de huesos, pelo, y los dedos de tres de las víctimas enterrados en cal cerca del gallinero del rancho de Northcott cerca de Wineville, de ahí el nombre de «asesinatos del gallinero de Wineville».
La investigación sacó a la luz la espeluznante vida que llevaban los Northcott en su granja de la muerte y consiguió resolver algunos casos de niños desaparecidos en la región. Se descubrió que Northcott, de 24 años, y su madre Sarah Louise Northcott, habían secuestrado, torturado y matado a niños en su propiedad. El asesino en serie fue condenado y ejecutado por la muerte de cuatro niños, aunque se estima que mató a muchos más. El homicida, un narcisista amante de la publicidad, jugó con Christine Collins hasta el día de su ejecución cambiando constantemente de versión acerca de lo que le hizo a Walter.
Después de 27 días de juicio, el 7 de febrero de 1929 Gordon Stewart Northcott fue declarado culpable de matar a Lewis y Nelson Winslow y otro niño mexicano no identificado. El jurado lo condenó por secuestrar, abusar sexualmente, torturar, asesinar, y descuartizar a estos y otros niños durante el año 1928. El 13 de febrero de 1929, el Juez Freeman condenó a Northcott a ser ahorcado, sentencia que se llevó a cabo 2 de octubre de 1930.
Más tarde, Louisa Northcott, madre del condenado, admitió haber asesinado a Walter Collins. Fue condenada a cadena perpetua en la prisión estatal de San Quintín, aunque se cree que Northcott había coaccionado a su madre para cometer el asesinato. En el número de la revista Time del lunes 11 de febrero de 1929, se informó que «Gordon Stewart Northcott, mientras que era juzgado por abusar y asesinar a cuatro niños, escuchó testificar a su madre que no era en realidad su madre, sino su abuela». La madre de Northcott fue condenada a cadena perpetua en la prisión de San Quentin.
Christine Collins murió en 1964 sin saber lo que le había pasado a su hijo. A pesar de que la mujer demandó a la ciudad y ganó el pleito, por lo que el municipio debía indemnizarla con 10.800 dólares, nunca cobró un centavo.

En definitiva, ‘El intercambio’ es una buena película, muy elegante y bien ambientada, que cuenta una historia que cala hondo. Mantiene el interés durante todo su largo metraje con giros de guión y nuevas informaciones.

LO MEJOR: el realismo con el que se realizó el filme comparándolo con el suceso histórico.

A continuaión, os dejo con el tráiler de la película en español y un documental de la historia real que inspiró la realización de la película.




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